Perversión en la red
Perversión en la red
Artículo de opinión del Presidente de la Diputación provincial de Málaga, Salvador Pendón.
Con más conocimientos de los que la mía avalan, han sido muchas las voces que han alertado sobre los peligros que pueden derivarse de la malicia con que se comportan en internet usuarios desapegados de las reglas del comportamiento cívico. No voy a intentar siquiera hacer una relación de tales conductas y de sus consecuencias pero sí que voy a intentar razonar mi opinión sobre la acogida que de manera consentida se da en algunos ámbitos a quienes navegan en la red guiados por el doble objetivo de descargar las propias frustraciones y de hacer daño a los demás. Me refiero a los comentarios a las noticias que desde hace algún tiempo han incorporado la práctica totalidad de las ediciones digitales de los medios de comunicación.
Nadie con las convicciones democráticas mínimas duda de la necesidad que de los medios de comunicación tiene una sociedad de individuos libres que valora como uno más de los irrenunciables el derecho a la información. He de reconocer que la relación entre los mundos de la política y de la comunicación no siempre se desenvuelve conforme a lo aconsejado por tan clara evidencia, pero no es menos cierto que los desencuentros, inevitables en una relación que a veces se establece a partir de criterios diferenciados, aunque pienso que con objetivos idénticos o muy próximos, raramente llegan a enquistarse hasta el punto de convertirse en posiciones irreconciliables. Ayuda a ello el entendimiento de la mutua responsabilidad y la posibilidad de dilucidar las diferencias a partir de un diálogo basado en el conocimiento que cada parte tiene de la identidad y motivaciones de la otra.
Pero en los comentarios a la noticia de las ediciones digitales de los medios de comunicación no hay certeza, ni tan siquiera indicio, de la identidad del opinante y, por tanto, de las motivaciones en las que fundamenta sus comentarios. Individuos que se valen del anonimato para verter apreciaciones que con frecuencia no pasan del exabrupto ofenden la libertad de expresión, el sentido común y las reglas de la democrática convivencia. Es decir, utilizan de manera fraudulenta un medio socialmente validado para cumplir una función noble, muy alejada del lodazal en el que ellos pretenden convertirlo.
Ofrecen, además, una imagen que resulta imposible determinar si se corresponde con la realidad. ¿Cómo podemos saber que el número de opiniones se corresponde con igual número de opinantes? Es más, en muchos casos se observa claramente que bajo distintas “firmas” se oculta la misma persona. Y como nunca falta el individuo o grupo que aprovecha la menor oportunidad para incorporar a su comportamiento cualquier elemento que ayude a debilitar al oponente, por perverso que pueda parecer, me cuentan, personalmente no lo he corroborado, que hay empresas trabajando para alguna formación política, entregadas a la tarea de disparar con cualquier munición contra todo lo visible, se mueva o no. La profesionalización de la perversión.
¿Por qué sucede que medios imprescindibles para una sociedad democrática facilitan el ejercicio de tan poco democrático comportamiento? ¿Por qué no se aprovecha la posibilidad que para la libre expresión ofrece internet, pero estableciendo los filtros necesarios para evitar conductas inmorales? La ética y la razón saldrían ganando.
Artículo de opinión del Presidente de la Diputación provincial de Málaga, Salvador Pendón.
Con más conocimientos de los que la mía avalan, han sido muchas las voces que han alertado sobre los peligros que pueden derivarse de la malicia con que se comportan en internet usuarios desapegados de las reglas del comportamiento cívico. No voy a intentar siquiera hacer una relación de tales conductas y de sus consecuencias pero sí que voy a intentar razonar mi opinión sobre la acogida que de manera consentida se da en algunos ámbitos a quienes navegan en la red guiados por el doble objetivo de descargar las propias frustraciones y de hacer daño a los demás. Me refiero a los comentarios a las noticias que desde hace algún tiempo han incorporado la práctica totalidad de las ediciones digitales de los medios de comunicación.
Nadie con las convicciones democráticas mínimas duda de la necesidad que de los medios de comunicación tiene una sociedad de individuos libres que valora como uno más de los irrenunciables el derecho a la información. He de reconocer que la relación entre los mundos de la política y de la comunicación no siempre se desenvuelve conforme a lo aconsejado por tan clara evidencia, pero no es menos cierto que los desencuentros, inevitables en una relación que a veces se establece a partir de criterios diferenciados, aunque pienso que con objetivos idénticos o muy próximos, raramente llegan a enquistarse hasta el punto de convertirse en posiciones irreconciliables. Ayuda a ello el entendimiento de la mutua responsabilidad y la posibilidad de dilucidar las diferencias a partir de un diálogo basado en el conocimiento que cada parte tiene de la identidad y motivaciones de la otra.
Pero en los comentarios a la noticia de las ediciones digitales de los medios de comunicación no hay certeza, ni tan siquiera indicio, de la identidad del opinante y, por tanto, de las motivaciones en las que fundamenta sus comentarios. Individuos que se valen del anonimato para verter apreciaciones que con frecuencia no pasan del exabrupto ofenden la libertad de expresión, el sentido común y las reglas de la democrática convivencia. Es decir, utilizan de manera fraudulenta un medio socialmente validado para cumplir una función noble, muy alejada del lodazal en el que ellos pretenden convertirlo.
Ofrecen, además, una imagen que resulta imposible determinar si se corresponde con la realidad. ¿Cómo podemos saber que el número de opiniones se corresponde con igual número de opinantes? Es más, en muchos casos se observa claramente que bajo distintas “firmas” se oculta la misma persona. Y como nunca falta el individuo o grupo que aprovecha la menor oportunidad para incorporar a su comportamiento cualquier elemento que ayude a debilitar al oponente, por perverso que pueda parecer, me cuentan, personalmente no lo he corroborado, que hay empresas trabajando para alguna formación política, entregadas a la tarea de disparar con cualquier munición contra todo lo visible, se mueva o no. La profesionalización de la perversión.
¿Por qué sucede que medios imprescindibles para una sociedad democrática facilitan el ejercicio de tan poco democrático comportamiento? ¿Por qué no se aprovecha la posibilidad que para la libre expresión ofrece internet, pero estableciendo los filtros necesarios para evitar conductas inmorales? La ética y la razón saldrían ganando.
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