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Friday, November 02, 2007

SEÑORITOS DEL SIGLO XXI

Editorial Estepona Información. Sábado 3 de noviembre de 2007

SEÑORITOS DEL SIGLO XXI

Y A hay una fecha elegida, será el próximo nueve de marzo cuando los andaluces, de nuevo, acudan a las urnas para elegir a sus representantes en el Parlamento autonómico. Esa fecha, como todas aquellas en las que la voluntad popular se hace patente, será, sin duda, una jornada festiva que, para desgracia de quienes consideran que Andalucía, por si misma, merece un debate político de primer nivel, quedará eclipsada por la coincidencia, que se producirá, con los comicios nacionales y, con ello, todo el debate político se centrará en los dos grandes partidos políticos, en las infraestructuras ferroviarias catalanas, en el independentismo vasco o en tantos y tantos asuntos que nada tienen que ver con lo que en estos momentos los andaluces demandan a su gobierno autonómico. Es la tradición de las últimas convocatorias andaluzas donde casi nada se habla de Andalucía, de Chaves y Arenas, y donde el debate se plantea bipolarizado entre Zapatero y Rajoy. Parece que los grandes acontecimientos y las grandes figuras eclipsan siempre las cuestiones más domésticas. En Estepona, que también es Andalucía, pasa algo parecido. Cumplidos ya diez días de la visita de SS.MM. los Reyes, acontecimiento sin duda destacado, hay multitud de temas cercanos que parecen estar quedando en el ostracismo gracias al esmero desaforado de los medios de comunicación públicos para los que la visita de los monarcas continua siendo la única noticia. En Estepona, además de la visita real, se están viviendo otras situaciones a las que alguien, Barrientos por ejemplo, debería poner cerco para que la desvergüenza y el neoseñoritismo no se adueñen del Ayuntamiento. En la Casa Grande se están viviendo situaciones que empiezan a recordar a la Andalucía más negra de principios de siglo donde los señoritos, porque su condición se lo permitía, hacían y deshacían a su antojo porque ellos, los señoritos, eran los que poseían el poder y el resto de mortales estaban obligados a asentir ante las despóticas prácticas de esos seres. Que alguien alcance el poder gracias a que la ley lo permite, habiendo perdido la mitad de su electorado, lo cual sería suficiente como para plantearse hacer las maletas y retirarse a sus quehaceres habituales, no le da legitimidad, de ninguna especie, como para creerse el eje del universo local y, por ello, practicar con total descaro el neoseñoritismo. Puede que llegue a ser justificable algún ataque de soberbia, que incluso en algún momento se anteponga el interés personal al general, pero todo tiene un límite. Rafael Montesinos se está equivocando y alguien debería decírselo, está confundiendo el azar, la suerte de tener una representación exigua, pero determinante, con que el pueblo sea suyo. Al contratar a su hija en su delegación - legal sin duda - dejó muy clara su altura moral, pero saltarse la legalidad, incumpliendo con las normas que él, como autoridad municipal, debe velar por su cumplimiento, es algo impropio que, sólo por ello, debería hacer reflexionar, a quien lo ha colocado en el pedestal, sobre esa decisión aunque, es obvio, no pasará porque el suyo, el pedestal de Barrientos, está apoyado, y mucho, en Montesinos. El neoseñoritismo no puede seguir creciendo y, desde luego, nadie está legitimado para ejercerlo.