estepona

Monday, October 08, 2007


Contracorriente. Diario de un inconformista

LENGUAJE
Nadie, en su sano juicio y plenitud de conocimientos, puede dudar de la riqueza de nuestro idioma. A pesar de los múltiples ataques que viene sufriendo en los últimos tiempos, el castellano, enriquecido por todas las culturas colonizadoras de nuestro país, antes llamado España, se muestra fuerte y maduro permitiéndonos, todavía, precisar con exactitud los matices de lo que queremos expresar. Gracias a esta riqueza léxica y la ayuda del María Moliner, puedo expresar con claridad lo que me pareció la intervención del ínclito alcalde de nuestra localidad en su particular rueda de prensa del pasado martes, creo que fue ese día, donde se erigió en heredero universal del mejor Fidel y alumno aventajado de Hugo Cesar Chávez, por lo que sus intervenciones ya son jaleadas al grito de “Aló Antonio”.Mentira, mácula, mancha, tacha, tizne, trampa, farol, jácara, pejiguera, farsa, simulación, churrete, macana, farol, coba, bola, bulo, engaño, patraña, trola, errata, cuento, invención, pamema, embuste, embrollo, lío, chisme, maraña, confusión, maleza, caos, paparruchada, fantasía, hipérbole, embolado, milonga, gato, rumor, filfa, habladuría, infundio, calumnia, chanchullo, enredo, falacia, falsedad, hipocresía, chafarrinda, son, entre otras muchas, las alternativas que nuestra rica lengua me permite para intentar transmitirles desde la perspectiva de un ciudadano más, lo que han debido sentir aquellos vecinos que dieron su confianza a nuestro chusco representante en base a sus promesas electorales.En un primer momento, casi con total seguridad, la sensación habrá sido de asombro, estupefacción, pasmo, desasosiego, alarma, alerta, amenaza, intranquilidad, inquietud, miedo, sobresalto, susto, conmoción, impresión, shock, trauma, emoción e impacto, seguidas, tras unos minutos de falta de reacción, por sentimientos de ira, rabieta, sofocación, arrebato, berrinche, bronca, corajina, disgusto, enfado, enojo, decepción, desencanto, desengaño, filfa, burla, chasco y, como mínimo, frustración.Claro que nada de esto es comparable a la situación interior personal del ególatra, al haberse visto sometido a la humillación de tener que decirles a los vecinos que su gran promesa electoral, el derribo del edificio Prasa, se la iba a tener que comer con papitas fritas. Lo imagino sobrio, todavía, intentando, frente al espejo, disimular esa sensación tan rica en matices de estar haciendo el ridículo, quedando como el Litri en Huelva, perdido como el barco del arroz, en pelotas, con el culo al aire. Nada comparable a lo que, aquellos con los que no iba el asunto, a los que nada les importaba el tema, a los que, de paso en nuestra ciudad, se asomaban a la pequeña pantalla, sentían ante tamaño espectáculo. La sensación de vergüenza ajena, ante la presencia del presumido, presuntuoso, petulante, soberbio, vacuo, vanidoso, valentón, vacío, altanero, altivo, arrogante, engreído y fatuo alcalde de Estepona, en su inútil esfuerzo por tratar de evitar lo que intuía inevitable.Que no era, sino, la lógica consecuencia de su comportamiento en general, y en este asunto en particular, pasar a ser ante los ciudadanos un bufón, burlesco, caricato, chancero, chirigotero, chocarrero, chufletero, cómico, festivo, grotesco, hazmerreír, histrión, jocoso, juglar, payaso, extravagante, irrisorio, risible y todas aquellas sensaciones que ustedes, queridos lectores, de forma individual, sintieran después del espantoso coñazo de la hora y media de televisión que, encima, sale de todos nuestros bolsillos.