Estepona: Un escaparate vergonzoso
Artículo de opinión de Rafael Rosselló
Estepona: Un escaparate vergonzoso
"He conseguido cruzar ladillas con luciérnagas. No sé la utilidad, pero tengo los cojones como un árbol de navidad". Así no se puede ir por la vida. Esta mañana estaba dando un paseo con un amigo por Estepona y esa ha sido una de las muchas pintadas que adornan las calles de nuestro pueblo. Que sí, que tiene su gracia, pero hombre que no queda bien, que hay cosas que no se pueden decir: para empezar una ladilla es un piojo, que es un insecto, y una luciérnaga es un insecto, pero coleóptero, que no es lo mismo ni se pueden aparear; o sea, que seamos serios y no escribamos barbaridades. Lo de las pintadas en las paredes tiene su "pase", pero las pedradas en cristales de comercios ya es un tema más vandálico, incluso, que la cópula de dos especies en peligro de extinción o los restos de los cartelitos que se utilizaron para esta campaña política: hay que ver la de fotos de Rodolfín que quedan todavía por las paredes, y eso que no le votó ni su familia. Y es que uno empieza a pensar que es cierta la definición esa que dice que un político es alguien que cree representar la opinión del pueblo, sin habérsela preguntado jamás. Porque claro, yo estoy casi convencido que los esteponeros no quieren una ciudad como la que tienen y se nota: Estepona se ha convertido en una ciudad triste, sucia y decadente. Hemos pasado de tener una colección de escobas de todo tipo: la de plata, la de oro, la de diamantes, la de velo tul ilusión, a estar hechos una "guarrería". Eso sí, continuamos teniendo un alcalde que su prepotencia le hace ver las cosas, como él diría, de los dos lados, el suyo y el equivocado, y así nos luce el pelo.
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