Este hombre es él solo paraiso fiscal
Artículo publicado en el Crónica, suplemento del domingo de El Mundo, el día 22 de octubre
ESTE HOMBRE ES ÉL SOLO PARAÍSO FISCAL
SE LLAMA Carlos. O José Manuel. O Simon. Llorca. O Yorca. Según le interese. Aparece en los tres grandes escándalos financieros españoles recientes. En la semana en la que se han conocido numerosas corrupciones con evasión de dinero, les presentamos al número 1
ANIBAL MALVAR
Ocho países europeos buscan a un español sin rostro. Y con tantos nombres -están documentados al menos cinco- que, si lo sientan en el banquillo a él solo, habría que pasarle lista, como en clase. José Manuel Carlos Llorca Rodríguez, catalán de 57 años cumplidos hace apenas una semana, es también Juan Carlos Llorca. Y Carlos Yorca. Y Simón York. Está en busca y captura como cerebro contable de tres de los escándalos financieros más espectaculares de este último rato. Su nombre aparece en los sumarios de la operación Malaya contra la corrupción urbanística en Marbella; de la operación Ballena Blanca que desmanteló una red de blanqueadores de dinero sucio; y en la supuesta estafa de Forum Filatélico, con 350.000 afectados que podrían perder sus ahorros.
Todo a través de empresas como Pharus Ibérica S.L. «Pharus colabora activamente en la defensa de nuestro planeta y de todos los seres vivos que la habitan: personas, animales y plantas, ya que, de acuerdo con sus estatutos, Pharus dona parte de sus beneficios de la siguiente forma: un 10% para proyectos del Tercer Mundo, un 10% para ONGs y otro 30% para el sostenimiento de los estudios, investigaciones y obras sociales de la fundación Pharus».
Llorca es el autor intelectual, y quizá incluso material, de estas bienintencionadas líneas que sirven de ideario a la revista Pharus. Nada que ver con lo que se espera del mayor blanqueador de dinero procedente de las mafias italianas, del tráfico de drogas africano y suramericano, y del tráfico de armas entre Liberia y Sierra Leona. Vale. Parte de los beneficios de la ecoidealista publicación los desviaba a causas humanitarias. Sus colaboradores más cercanos en la parte legal de sus negocios comprenden ahora una frase que él solía repetir: «Esta revista a mí me sirve para lavar mi conciencia». Aunque también con ella lavaba dinero muy guarro.
Llorca es algo feo, algo calvo, algo bajo y algo achatado de espalda, como un planeta. Y silencioso como un planeta en rotación: no hay nadie que capte el rumor de sus amaneceres financieros y sus anocheceres judiciales -como ahora, en busca y captura- en una carrera delictiva que ya se extiende durante dos décadas.
En todo este tiempo, nadie ha podido hacerse con una foto suya que guíe los ojeos de las policías española, británica, alemana, suiza, francesa, holandesa, belga y luxemburguesa, todas deseosas de ser su pareja de baile. Sus amigos tampoco tienen. Sus enemigos ya quisieran. En su casa la Policía tampoco encontró ninguna. Sólo cuentan con el viejo fotomatón de un pasaporte expedido hace 30 años.
La Sección de Delincuencia Económica y Blanqueo de Capitales de la Policía asegura que este hombre, catalán de origen, se constituye «de hecho en una red de sociedades off-shore equivalente a un paraíso fiscal». Llorca es en sí mismo un pequeño país virtual. José Manuel Juan Carlos Llorca Yorka Rodríguez Simon es un paraíso fiscal, como Gibraltar, pero más difícil de encontrar en los mapas.
Tiene un carné de identidad con el número 38.040.355 y documento de ciudadanía británica 014461669, pero su pasaporte actualizado no existe a pesar de que viaja -y viajó cuando era un hombre-estado aún sin antecedentes- hasta todos los confines del mundo. Su carné de conducir caducó en 1988 y se le identifica con una fotografía de 10 años antes, cuando tenía 29 años. Por entonces su dirección era en la localidad madrileña de Aravaca, calle San Anacleto número dos. En las bases de datos de la Guardia Civil no aparece más que su nombre y un par de viejas evidencias. Con su carné caducado hace casi dos décadas conducía, hasta su evasión, un BMW X5 cuyo valor, dependiendo del modelo, oscila entre los 70.000 y los 100.000 euros.
¿Su secreto? La discreción. Apenas nadie lo conoce. Jamás se deja fotografiar. Sus colaboradores inmediatos en cada etapa de su ascenso hasta las cimas de la corrupción se cuentan con los dedos de la mano. Comisiones millonarias por recalificaciones, como las que ahora salpican la crónica nacional desde Marbella a Ciempozuelos y a Tres Cantos, nunca eran negociadas por él directamente viva voce. La mayoría de las personas con las que hizo tratos en la Costa del Sol apenas le conocían.
Llorca nació en la Seo d Urgell (Lleida) el 14 de octubre de 1949. De familia humilde. Y su rastro se pierde hacia Londres, un emigrante más sin estudios. Hasta que en 1987 es detenido por la Brigada de Delitos Monetarios de la Policía acusado de crear sociedades off-shore en la Isla de Mann para facilitar a residentes extranjeros en España la evasión de capitales.
CONEXIÓN GIBRALTAREÑA
Las sociedades off-shore son aquellas que se constituyen en un país pero que sólo pueden operar fuera de él. Las ventajas son múltiples: no pagan impuestos, anonimato del nombre de los accionistas, bajos costos de constitución y mantenimiento, capital social expresado en cualquier moneda, ausencia de control por parte de autoridades monetarias y domicilio social constituido en cualquier lugar del mundo.
La red de Llorca opera a través de ellas. Y en muchas ocasiones desde Gibraltar, adonde viaja continuamente. El promedio anual de creación de sociedades en Gibraltar alcanza la cifra de 3.000 y la vida media de cada una es de cinco años. Su única finalidad consiste en ocultar a los auténticos titulares y están siendo utilizadas de forma generalizada en la Costa del Sol, la cuna de la fortuna de Llorca, para adquirir propiedades. Dinero de procedencia incierta que se pierde en el laberinto. Llorca se compraba a sí mismo, a través de sociedades off-shore, propiedades con dinero negro ajeno y revendía perdiendo dinero. Luego el capital se extraviaba en decenas de operaciones bancarias y adquisiciones. Al final, volvía a recomprarse barato, y vendía a precio de mercado real. La plusvalía se repartía entre beneficios de Llorca y comisiones. Y al dueño del dinero negro se le devolvía blanco parte de los suyo. El entorchado de bancos y empresas era tan tupido y enrevesado que en ocasiones se permitía el lujo de no pagarse a sí mismo. Se limitaba a fragmentar el capital en cuentas menores de bancos extranjeros donde las empresas de sus testaferros operaban con asidudad. Cantidades que por separado no llamaban la atención a los investigadores.
En 1995 la misma brigada policial investiga a Llorca por blanqueo de dinero de una red mafiosa italiana -poseedora de dos bancos privados en las islas caribeñas de San Vicente y Granadina- a la que se le interceptan 110 kilos de cocaína.
Llorca se instala definitivamente en España a mediados de los años 90 ya como multimillonario, casado y con dos hijos adolescentes y bilingües -se educaron en parte en Londres-, y se asienta en Marbella. Para colaborar «activamente en la defensa de nuestro planeta y de todos los seres vivos que la habitan» con una editora, Pharus, que sirve de tapadera a sus negocios de blanqueo de narcocapitales.
La página cuatro del informe policial datado el 11 de noviembre de 2005 asegura que fue presidente de la Cámara de Comercio de España en Gran Bretaña. Aserto que la entidad londinense desmiente a CRONICA después de consultar archivos. No influye para nada en su sonado desembarco -erige un polígono industrial y una mansión en Coín- el hecho de que ya se encuentre en busca y captura por blanqueo de capital procedente del tráfico de drogas.
Quizá porque nada que no sea legal está a su nombre. Pero ya entonces, el juez Baltasar Garzón ordena una intervención en su chalé que acaba con su mujer -María de los Angeles, dulce y hippie como una ibicenca de los años 70- en comisaría durante una noche. Él está de viaje. «Eso nunca se lo perdonaré a Garzón», solía decir cuando recordaba esa mancha ante sus amigos y empleados legales. A los que tenía convencidos de que un socio poco escrupuloso había sido el causante del desapaño con el super-juez.
LEJOS DE LA JET
Llorca llega a la Costa del Sol autopostulándose como licenciado en Derecho y con experiencia en asesoría financiera. Aunque no se lo dice a demasiada gente y muchos de sus colaboradores no le creen. Nunca se mezcla con la alta sociedad marbellí, donde más bien se forja muy premeditadamente una imagen de arisco y paleto que le viene muy bien para pasar desapercibido. Para flirtear con la jet tiene subalternos más dotados que él en cuanto encanto físico y a savoir faire social. Que, además, gustan del alterne y el negocieo y asumen la titularidad de las empresas de su entramado con gusto. Pasan por arte de Llorca de mafiosos de medio pelo a potentados a los que se reverencia en los lugares más in de la costa más in.
Aki Johhannes Kujala es el más visible de ellos. Nació en Helsinki (Finlandia) el 21 de septiembre de 1964. Es un hombre atractivo y muy inteligente que no necesita reservar mesa para dos en ninguno de los restaurantes que salpican la costa de Málaga a Estepona. Fuentes de la Guardia Civil sitúan su residencia en la urbanización La Zagaleta, entre San Pedro de Alcántara y Ronda, uno de los parajes «más exclusivos», como horterizan las promociones urbanísticas, de la provincia de oro. Uno de los guardas de seguridad de la finca desmiente al periodista la información de la Benemérita: «Viene mucho, porque aquí tiene muchos amigos. Pero el señor Kujala no tiene casa aquí».
Desde que salió de la cárcel en noviembre de 2005 después de pagar 150.000 euros de fianza, tras varios meses cumpliendo preventiva incondicional por sus negocios con Llorca vinculados a la macrooperación contra el blanqueo Ballena Blanca, Kujala no se deja ver tanto como antes.
El otro hombre social de Llorca se llama Luigi Protani. Nacido el 27 de septiembre de 1954 en Genzano de Roma, es detenido en 2001 por orden de la Interpol bajo acusación de traficar con 200 kilos de cocaína entre Venezuela e Italia. Fue extraditado a su país y cumple condena en la cárcel de Roma hasta 2012. Un hombre peligroso. Con antecedentes violentos de lo menos fashion antes de montarse en la carroza/calabaza de Llorca, Yorca, York.
Mientras sus lugartenientes iban cayendo y Llorca los sustituía, él continuaba con su vida anacoreta entre el polígono de Coín, donde se asienta la sede social de varias de sus empresas, y su chalet. Aparentemente, Llorca era un empresario enteramente dedicado al negocio de la edición, aunque con muchos otros intereses delegados.
EL RICO ALTERNATIVO
Creó Pharus en 1998. De contenido ecologista y alternativo. Y origen de una fundación que aglutinó a centenares de empresas de toda España -el catálogo incluye desde gigantes como El Corte Inglés, que puso a la venta su Gran guía del consumo responsable, hasta modestos talleres de neumáticos- cuya filosofía excluía todos aquellos productos derivados de la experimentación con animales o con cualquier compuesto antiecológico. Aunque detrás de tan altruistas intenciones se enmarañaba una red de empresas -muchas de ellas dedicadas a la construcción- con la que se blanqueaba capital de procedencia mafiosa. Mientras ayudaba al Tercer Mundo con donaciones, blanqueaba el dinero de los traficantes de armas que alimentan los conflictos bélicos en el Golfo de Guinea. Estos capitales los movía a través de la filial Fórum Africa, vinculada a Fórum Filatélico -como más tarde estaría todo el entramado de empresas Pharus- y dedicada oficialmente a exportar e importar madera.
Llorca es un vegetariano fundamentalista. En cierta ocasión reprendió jocosamente a uno de sus empleados por llevar un bistec empanado para el almuerzo: «En mi oficina no se comen animales muertos». Llegó incluso a contratar una cocinera que preparaba exclusivamente comida vegetariana para sus trabajadores en Coín.
Entre la sociedad fashion marbellí, los comentarios de Llorca recomendando restaurantes baratos a sus riquísimos vecinos las escasas veces en que se dejaba ver en sociedad -nunca en actos públicos, jamás a tiro de las cámaras- eran considerados como un refrendo más de su vulgaridad. Pero eso le importaba poco.
Algunos de sus colaboradores más cercanos llegaron a conocer su casa. «No era una mansión... Bueno, sí es una mansión, una casa grande, una finca enorme, pero todo muy sencillo. Decorada sin ostentación, aunque tampoco se puede decir que con muy buen gusto. Y allí tenía gallinas, patos, perros... Y los cuidaba él mismo. José Manuel... bueno, en nuestra revista era José Manuel; en la otra, en Absolute, era Carlos... José Manuel es un hippie. Y su ex compañera también lo era. Y sus dos hijos, un chico y una chica que ahora tendrán veintipocos, admiraban las posturas del padre. Era la familia feliz».
-¿Y los que trabajabais tan cerca de él no percibíais nada raro?
-Hombre, a veces nos preguntábamos de dónde podían salir tantos medios para una revista así, tan alternativa... Pero José Manuel era un millonario y la revista era su juguete, ¿entiendes?
-¿No viajaba?
-Sí, sí... Todo el tiempo. Y claro, una no es tonta, y piensas... de aquel país a éste, y de éste a aquel otro... Y relacionas.
Países como Colombia, Venezuela, Italia, Suiza, Gibraltar, el continente africano, Andorra... Simon York -cuando viajaba su identidad era la de Simon York- hacía personalmente muchos de los contactos con los capos de las mafias de la droga de todo el mundo, según las investigaciones de la Udyco.
Después, de regreso a España, volvía a ser José Manuel Llorca o Carlos Yorca y ensortijaba el dinero negro en un laberinto de empresas y bancos -en una sola operación la Udyco constata el trasiego de 5.550.000 euros por 12 cuentas bancarias y 11 empresas diferentes- prácticamente inescrutable para los investigadores.
El Juzgado número 5 marbellí ha podido rastrear movimientos de capital superiores a los 13 millones de euros procedentes de Forum Filatélico orquestados por Llorca a través de testaferros. Y es notorio para los investigadores que sólo se trata del pezón del iceberg.
Con la llegada de Forum Filatélico, acusado el pasado verano de estafar a los más de 350.000 clientes captados en sus más de 30 años de existencia, comienza a redactarse el epitafio del entramado societario de Llorca en Marbella. Francisco Briones, presidente de la filatélica, empieza a aparecer por las oficinas de Coín. Llorca editaba ya la revista de Forum. Y una de las empresas de Llorca es participada al 100% por aquélla.
La aparición en Pharus de Lucía Valcarce Ruiz, a quien la policía ya vinculaba con Llorca en la etapa londinense, y su ascenso como apoderada y presidenta de varias sociedades, coincide también con el final de la relación de Llorca con María de los Angeles, que trabajaba como supervisora de la calidad de los productos ecológicos.
Él se compra un apartamento en Puerto Banús y empieza a descuidar su antigua discreción. Se deja ver con mujeres, se convierte en un play boy marbellí al más rancio estilo. Aunque continúa sin asistir a eventos donde una cámara pueda atentar contra su parapeto de hombre sin rostro. Ha tenido que sustituir a sus colaboradores íntimos tras el ingreso de los sucesivos en prisión. Y acaba cerrando Pharus para entrar en el mundo de las publicaciones de lujo. Adquiere Absolute Marbella, gratuito dedicado a promoción de mercancías high standing: joyas, perfumes, ropa...
Después abrirá, también bajo el sello Absolute, ediciones en Málaga, en Madrid y en Nueva York, donde la mancheta se viste con algunas de las firmas de fotógrafos más importantes del mundo y con los fichajes del editor Ernest Renzulli -un histórico de Robb Report- y del director Andrew Essex -procedente de otra publicación estrella del género llamada Details.
COSAS MUY RARAS
«En la sede de Absolute en Marbella pasaban cosas muy raras. Allí él no iba mucho, pero sí su gente. A veces con matelas, se encerraban toda la noche dos chicos marroquís allí con la puerta cerrada. Con lo que pasó después, los que trabajábamos en Absolute en esa época sospechamos hasta que se dedicaban a contar dinero. Toda la noche contando dinero. Era todo muy extraño», relata una de las trabajadoras de la revista.
El trato con los trabajadores también se pudre. Ya no es el ambiente cordial que se respiraba en la idealista Pharus. «Aunque en Pharus, al final, la mano de hierro de Lucía Valcarce ya se notaba. Llegaba a cronometrar el tiempo que tardábamos en ir al baño. Y los fumadores tuvieron que prolongar su jornada media hora».
Los cambios en la dirección de Absolute se suceden. La calidad de fotógrafos y redactores va mermando. Como si esta vez a Llorca sólo le interesara la revista como una simple tapadera. Como si el idealista hubiera sido consumido por el mister Hyde que manejaba los hilos de la cara oculta del dinero. ¿A dónde se puede ir a ocultar un tío así? El guardia civil mira al periodista como buscando el lugar donde se ha dado el golpe en la cabeza.
-Coño, Aníbal... ¿Él? En cualquier parte. Y encuéntralo.
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