«Tanta ostentación no era normal»
Diario Sur. Miércoles 18 de junio de 2008
«Tanta ostentación no era normal»
Sorpresa, pero no tanta; aunque sí indignación, incontenible: «Esto se veía venir». Los vecinos ya vaticinaban una reedición del episodio que se vivió en Marbella por la manera de comportarse los detenidos y por el lujo del que hacían gala
Sorpresa, pero no tanta, contenida. La operación en Estepona por supuesta corrupción urbanística, que supuso entre otras la detención del alcalde, Antonio Barrientos, alteró la vida normal del municipio hasta límites inimaginables. Gente en los portales y en los balcones, todo el mundo en la calle, al pie de la noticia. Indignación, sí, muchísima, incontenible, interés por conocer hasta el último detalle de lo que sucedía y, sobre todo, a quiénes afectaba. Pero no tanta sorpresa «porque todo esto se veía venir antes o después, sobre todo a partir del 'caso Malaya'; sólo que ahora nos tocó a nosotros», opinaban los vecinos en mitad del desconcierto.
Éstos criticaron la ostentación «inmoral» de la que hacían gala los detenidos, «la mayoría gente que se enriqueció muy pronto con sueldos altos que claramente procedían de actuaciones cuando menos irregulares; no era normal», recordaba Manuel Ordóñez, un tendero del mercado.
«Todo lo de ahí dentro -señalando al Ayuntamiento- está podrido porque se está viendo que estaban haciendo un uso fraudulento de los fondos y que el dinero entra y sale de manera muy extraña; ahí todo el mundo metía la mano», apostillaba Emilio Pérez mientras se acercaba al lugar de los hechos, asediado por agentes y furgones de la Policía Nacional, «con un trasiego que nunca antes conocí», refería Juana Benítez, a la salida de una peluquería.
La sorpresa siempre fue a medias, empero. «En cualquier caso, sea mayor a menor, el pueblo está patas arriba y en todas las emisoras de radio del mundo», observaba Remedios Cortés, una anciana de 85 años, natural de Estepona, «nacida y criada».
«Ya está, ya nos quedamos tranquilos; nos tenía que tocar y nos tocó. Esto se veía a venir», murmuraba Feliciano Marengo, que discutía con un compañero de trabajo la idoneidad de la operación justo en estas fechas, en la entrada del verano, a pocos días de la primera avalancha de turistas. «Este caso es la puntilla; la verdad es que da pena que el nombre de Estepona aparezca manchado en todas las partes del mundo», espetaba resignado. «Si usted supiera las veces que me acerqué por el Ayuntamiento para pedir trabajo, que eso es lo que quiero, trabajo, y apenas me tenían en cuenta; ahora resulta que los dineros se los estaban quedando ellos, que por otra parte lo lucían bien», gritaba entre el gentío una mujer de mediana edad de etnia gitana, con la mirada puesta en la entrada del Ayuntamiento.
Actos de protesta
Hasta tres manifestaciones organizaron este año los vecinos contra la política que estaba poniendo en práctica el alcalde, en concreto por la subida del Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) con un tipo impositivo del 1.1. Denunciaron ante Hacienda.
También hubo denuncia en Urbanismo y Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, además de la Subdelegación, por una escombrera en estado de ilegalidad durante diez años en El Esparragal y que amenazaba la calidad de vida de algunos ciudadanos por culpa de siete fallas por las que se vertían productos tóxicos.
Ya ante los medios de comunicación los vecinos plantearon un plan de saneamiento del Ayuntamiento «para atajar la contratación indiscriminada y contener el gasto público», explicaba José Antonio Gálvez, presidente de la plataforma vecinal del municipio.
«Tanta ostentación no era normal»
Sorpresa, pero no tanta; aunque sí indignación, incontenible: «Esto se veía venir». Los vecinos ya vaticinaban una reedición del episodio que se vivió en Marbella por la manera de comportarse los detenidos y por el lujo del que hacían gala
Sorpresa, pero no tanta, contenida. La operación en Estepona por supuesta corrupción urbanística, que supuso entre otras la detención del alcalde, Antonio Barrientos, alteró la vida normal del municipio hasta límites inimaginables. Gente en los portales y en los balcones, todo el mundo en la calle, al pie de la noticia. Indignación, sí, muchísima, incontenible, interés por conocer hasta el último detalle de lo que sucedía y, sobre todo, a quiénes afectaba. Pero no tanta sorpresa «porque todo esto se veía venir antes o después, sobre todo a partir del 'caso Malaya'; sólo que ahora nos tocó a nosotros», opinaban los vecinos en mitad del desconcierto.
Éstos criticaron la ostentación «inmoral» de la que hacían gala los detenidos, «la mayoría gente que se enriqueció muy pronto con sueldos altos que claramente procedían de actuaciones cuando menos irregulares; no era normal», recordaba Manuel Ordóñez, un tendero del mercado.
«Todo lo de ahí dentro -señalando al Ayuntamiento- está podrido porque se está viendo que estaban haciendo un uso fraudulento de los fondos y que el dinero entra y sale de manera muy extraña; ahí todo el mundo metía la mano», apostillaba Emilio Pérez mientras se acercaba al lugar de los hechos, asediado por agentes y furgones de la Policía Nacional, «con un trasiego que nunca antes conocí», refería Juana Benítez, a la salida de una peluquería.
La sorpresa siempre fue a medias, empero. «En cualquier caso, sea mayor a menor, el pueblo está patas arriba y en todas las emisoras de radio del mundo», observaba Remedios Cortés, una anciana de 85 años, natural de Estepona, «nacida y criada».
«Ya está, ya nos quedamos tranquilos; nos tenía que tocar y nos tocó. Esto se veía a venir», murmuraba Feliciano Marengo, que discutía con un compañero de trabajo la idoneidad de la operación justo en estas fechas, en la entrada del verano, a pocos días de la primera avalancha de turistas. «Este caso es la puntilla; la verdad es que da pena que el nombre de Estepona aparezca manchado en todas las partes del mundo», espetaba resignado. «Si usted supiera las veces que me acerqué por el Ayuntamiento para pedir trabajo, que eso es lo que quiero, trabajo, y apenas me tenían en cuenta; ahora resulta que los dineros se los estaban quedando ellos, que por otra parte lo lucían bien», gritaba entre el gentío una mujer de mediana edad de etnia gitana, con la mirada puesta en la entrada del Ayuntamiento.
Actos de protesta
Hasta tres manifestaciones organizaron este año los vecinos contra la política que estaba poniendo en práctica el alcalde, en concreto por la subida del Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) con un tipo impositivo del 1.1. Denunciaron ante Hacienda.
También hubo denuncia en Urbanismo y Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, además de la Subdelegación, por una escombrera en estado de ilegalidad durante diez años en El Esparragal y que amenazaba la calidad de vida de algunos ciudadanos por culpa de siete fallas por las que se vertían productos tóxicos.
Ya ante los medios de comunicación los vecinos plantearon un plan de saneamiento del Ayuntamiento «para atajar la contratación indiscriminada y contener el gasto público», explicaba José Antonio Gálvez, presidente de la plataforma vecinal del municipio.
<< Home